Kaska pidió la anulación del partido (ganado por el Inter 3-0) y que se prohibiera al equipo milanés utilizar de nuevo esa camiseta. Tras este encuentro, un tal Baris Kaska, abogado turco, denunció ante la UEFA y la FIFA al Inter por «manifestar de forma explícita la superioridad racista de una religión» con esa camiseta. Con este impulso, el regulador superaría los 6.440 millones de dólares (5.745 millones de euros) que pretendía facturar a cierre del actual ciclo.