Ignoro si Brasil compraba árbitros o no, tampoco sé si a Havelange se le probaron esos tejemanejes o no, pero es verdad que históricamente los brasileños no se pueden quejar de malos arbitrajes, ya sea porque durante muchos años el presidente de la FIFA era brasileño y convenía no desairarle o por la admiración que despertaba el juego de la canarinha. ¿Quién nos asegura que estos productos fabricados al margen de la Ley cumplen con este tipo de requisitos?